-Tu eres un coleccionista de momentos-, me escribió un ligue por chat. -Yo busco algo más.
Y se quedó tan ancho. Está claro que lo de coleccionista de momentos, iba con retintín. Como no ofende el que quiere si no el que puede, no me di por aludido y seguimos chateando como si tal cosa, pero reconozco que la frasecita estuvo dando vueltas en mi cabeza durante unos días.
¿Realmente soy un coleccionista de momentos?
-Mira, no suelo repetir. No es nada personal-, le había dicho yo.
No, tampoco me apetecía quedar a tomar algo con él otra vez para irnos conociendo. Como hay muchos otros que no han vuelto a querer saber nada de mi. Ajo y agua. Pero al parecer a él le sentó mal.
Admito que no soy fácil en lo sentimental. Me cuesta encontrar alguien que me motive lo suficiente como para repetir, ya sea cena, cine o sexo. Estoy medianamente a gusto conmigo mismo y soy un tío con criterio; eso no me convierte en un coleccionista de momentos.
Es una frase de perdedor. Como la de: lo que pasa es que tienes miedo a comprometerte. Pues sí, contigo no es que tenga miedo a comprometerme, es que tengo pánico. Con otra persona a lo mejor no.
En el fondo todo se reduce a que nos cuesta aceptar el desafecto de otros. Aceptar que no nos quieren, vamos. Todos buscamos excusas cuando alguien nos rechaza, bien sea para un polvete o en la ruptura de una relación sentimental. No está en un buen momento, se suele decir. Su pasado le marca mucho o está demasiado centrado en su trabjo... Pamplinas. Si alguien te gusta los suficiente, el pasado te la trae floja, anulas los compromisos que sean necesarios de tu apretada agenda laboral o si por lo que sea no tienes un buen momento, te tomas ibuprofeno, que sirve para casi todo, y te presentas donde haga falta.
Estoy seguro que lo de coleccionista de momentos se pondrá de moda, si no lo está ya, y lo escucharemos en más de una ocasión en bocas amargadas. ¿No sería más fácil, digo yo, aceptar la realidad con dignidad?
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