Ahora que se acerca la Castañada, o La noche de los difuntos, o como se le llama ahora, Halloween, es un buen momento para recordar algunas de las pelis de terror más celebradas.
Sería el verano de mis 12 o 13 años cuando, durante una cena entre mis padres y unos vecinos, se comentó El Exorcista. Yo sabía de oídas sobre la película, que por aquel entonces tendría unos cuantos años ya, pero tampoco la tenía muy presente. Recuerdo que los vecinos comentaron que el film era impactante, sí, pero que el libro era mucho mejor ya que dejaba que la propia (malsana) imaginación de cada cual recreara a su manera los momentos más terroríficos. Al día siguiente me encaramé a una silla y me hice con la novela que mi padre guardaba en los estantes más altos de su librería, junto a otros títulos que consideraba no eran apropiados para los niños. Empecé a leerla a la luz de día, sobre todo durante la hora de la siesta; por la noche ni me atrevía a tocar el libro no fuera a ser que estuviera endemoniado.
La historia empieza con unos sospechosos ruidos en el desván de la casa donde viven los protagonistas. Los dormitorios en la casa de mi padre estaban en el piso superior, que era de madera. Por las noches, la madera crujía y la casa se estremecía con el cambio de temperatura. Recuerdo que yo imaginaba que era el demonio que pasaba revista por allí para elegir su siguiente víctima. Creo que no llegué a pasar de la página 50.
Vi la peli con 17 años, en una reposición que hicieron en el cine de barrio que había cerca de mi casa. Me pasé una semana sin pegar ojo. Nunca supe -ni sabré- si el libro es más acojonante, lo único que puedo decir es que ha sido la película que más miedo me ha dado.
El exorcista es la peli de terror por antonomasia, la cinta de miedo más famosa de la historia. Aún hoy en día, más de treinta años después de su estreno, sigue siendo un icono. No hay pasaje del terror en el que no haya una niña endemoniada saltando con mayor o menor gracia sobre una cama. Y no hay nada más que consultar el número de websites en internet relacionadas con la película o chequear el número de visitas que tienen en youtube los vídeos sobre el filme para confirmar que sigue siendo todo un fenómeno vigente. E incluso hoy en día sigue inspirando películas y argumentos.
He aquí algunos de los mejores momentos de la película.
He aquí algunos de los mejores momentos de la película.
Es curioso, pero la novela no tuvo demasiado éxito cuando salió a la venta.
El escritor, William Peter Blatty, era amigo de la actriz Sirley McLaine, en quien se inspiró para desarrollar el personaje de Chis McNeil: una madura actriz de éxito que cuida de su hija mientras rueda una película en Washingtong. De hecho el apellido de dicho personaje, McNeil, guarda cierta similitud con el de la actriz, McLaine. Fue la propia actriz la que suscitó el interés de algunos ejecutivos de Hollywood por la novela de su amigo, con la idea de que si se llevaba a la gran pantalla, ella misma la protagonizaría. Finalmente la Warner se decidió a tirar adelante la producción con Sirley McLaine como Chris McNeil y Marlon Brando (recién salido de El Padrino) en el papel del Padre Lankester Merrin -el exorcista del título, que finalmente interpretaría el sueco Max Von Sidow- bajo la batuta del siempre inquietante Stanley Kubrick. Pero Kubrick exigió el control creativo absoluto del film, como era habitual y Peter Blatty, padre de la criatura, no estaba dispuesto a ceder, así que Kubrick se desentendió de la cinta. Dicen que su decepción fue tal que desde ese momento estuvo buscando una historia a la altura de El Exorcista para llevar al cine una obra de terror revolucionaria. Siete años más tarde, en 1980, Kubric estrenaría El Resplandor, producida por la misma Warner.
En el puesto de Kubrick la Warner puso a William Friedkin, un director desconocido con el que acababa de obtener un buen taquillazo con The French Connection. La primera decisión que tomó Friedkin fue despachar a las grandes estrellas. A McLaine la consideraba demasiado dulce para el papel y estaba convencido de que Brando acapararía todo el protagonismo de la cinta. Así que ambos, a la calle. McLaine esperaba que su amigo Blatty, al que había apoyado para llevar su desconocida novela a la gran pantalla, se plantara y parara la producción o algo por el estilo hasta conseguir que ella volviera. Pero el escritor llegó a un acuerdo con Friedkin y se contrataron actores solventes pero menos conocidos para los papeles principales. Ellen Burstyn se hizo con el rol de Chris McNeil, mientras que el actor de teatro Jason Miller se hizo con el del torturado padre Karras y el ya comentado Max Von Sydow con el del padre Merrin. El cabreo de la McLaine fue monumental, y más cuando la película se convirtió en el taquillazo del año.
A raíz de su éxito, la novela se alzó en el puesto más alto de las listas de ventas de libros, y William Peter Blatty, además, ganó el oscar al mejor guión adaptado. La jugada le salió redonda.
El Exorcista es de esos pocos casos en los que el éxito de público coincidió con las alabanzas de la crítica. Esta extraña comunión cobra más valor al tratarse de una cinta de terror, género normalmente menospreciado tanto por la industria como por los entendidos. Inmediatamente se convirtió en la película más taquillera del año y en una de las que más dinero recaudó en todos los tiempos. Estuvo nominada a diez oscars de los que ganó dos. El gran acierto de Friedkin fue plantearla como si fuera un auténtico drama realista. En ese sentido son ejemplares las escenas de las pruebas médicas a las que someten a la pobre Regan, casi tan turbadoras como la propia posesión y la imaginativa utilización de los compases del Tubular Bells de Mike Olfield, inquietante, pero sin efectismos, como suele suceder en las bandas sonoras de los filmes de terror. (¿Cuántos thrillers no cuentan desde entonces en su BSO con temas en los que un puñado de notas son repetidas hasta la saciedad?). La solidez incuestionable de la historia y la solvencia de los actores hizo el resto. A destacar también el desconcertante final. Si bien es cierto que Regan acaba limpia de la posesión, el mal no es vencido si no que es solamente desviado. Friedkin tuvo que salir al paso de las protestas de ciertos sectores vinculados al catolicismo y explicar públicamente que su película acababa bien, que el mal era derrotadoy quien no lo viera así, no había entendido nada. Sorprendente.
A parte del impacto que tuvo en el cine en general y concretamente en el género del terror, siempre he pensado que El Exorcista es fruto del momento en el que fue creada y de una manera de entender el cine. Los años 70 fueron mucho más libres y honestos que los ochenta y noventa. Una ola de conservadurismo se impuso en los USA (y por ende en el resto del mundo) con la llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan en 1981, conservadurismo moral que llega hasta nuestros días. A partir de entonces se implantó el termino políticamente correcto, que no quiere decir otra cosa que vigila qué dices. El Exorcista es políticamente muy incorrecta. La imagen de una virgen profanada a la que se le han añadido larguísimos pechos negros y un pene negro y rojo como de animal, así como se le han pintado las manos de rojo sugiriendo que la virgen se ha estado masturbando, está todavía prohibida en países como Italia.
A raíz de su éxito, la novela se alzó en el puesto más alto de las listas de ventas de libros, y William Peter Blatty, además, ganó el oscar al mejor guión adaptado. La jugada le salió redonda.
El Exorcista es de esos pocos casos en los que el éxito de público coincidió con las alabanzas de la crítica. Esta extraña comunión cobra más valor al tratarse de una cinta de terror, género normalmente menospreciado tanto por la industria como por los entendidos. Inmediatamente se convirtió en la película más taquillera del año y en una de las que más dinero recaudó en todos los tiempos. Estuvo nominada a diez oscars de los que ganó dos. El gran acierto de Friedkin fue plantearla como si fuera un auténtico drama realista. En ese sentido son ejemplares las escenas de las pruebas médicas a las que someten a la pobre Regan, casi tan turbadoras como la propia posesión y la imaginativa utilización de los compases del Tubular Bells de Mike Olfield, inquietante, pero sin efectismos, como suele suceder en las bandas sonoras de los filmes de terror. (¿Cuántos thrillers no cuentan desde entonces en su BSO con temas en los que un puñado de notas son repetidas hasta la saciedad?). La solidez incuestionable de la historia y la solvencia de los actores hizo el resto. A destacar también el desconcertante final. Si bien es cierto que Regan acaba limpia de la posesión, el mal no es vencido si no que es solamente desviado. Friedkin tuvo que salir al paso de las protestas de ciertos sectores vinculados al catolicismo y explicar públicamente que su película acababa bien, que el mal era derrotadoy quien no lo viera así, no había entendido nada. Sorprendente.
A parte del impacto que tuvo en el cine en general y concretamente en el género del terror, siempre he pensado que El Exorcista es fruto del momento en el que fue creada y de una manera de entender el cine. Los años 70 fueron mucho más libres y honestos que los ochenta y noventa. Una ola de conservadurismo se impuso en los USA (y por ende en el resto del mundo) con la llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan en 1981, conservadurismo moral que llega hasta nuestros días. A partir de entonces se implantó el termino políticamente correcto, que no quiere decir otra cosa que vigila qué dices. El Exorcista es políticamente muy incorrecta. La imagen de una virgen profanada a la que se le han añadido larguísimos pechos negros y un pene negro y rojo como de animal, así como se le han pintado las manos de rojo sugiriendo que la virgen se ha estado masturbando, está todavía prohibida en países como Italia.
Pero es sobretodo en las reacciones de Regan donde lo incorrecto se lleva la palma. Una niña de 11 años blasfema y agrede sexualmente a los que están a su alrededor, pide que se la follen -a los médicos que la atienden y a los propios curas- tanto por delante como por detrás, se masturba brutalmente con un crucifijo y pone la cara de su madre en su sexo ensangrentado y le pide que se lo lama. Ni en los 80 ni en los 90 ni en el 2000 un filme con escenas así sería posible. Aún hoy en día impacta.
En aquel momento las Majors americanas aún se atrevían a producir películas comerciales con clasificaciones USA restringidas a mayores de 18 años. Hoy en día, todas las majors huyen de dicha calificación como de la peste. Como mucho, se atreven con la de mayores de 18 años y menores acompañados. La propia Linda Blair, la auténtica niña del exorcista, no pudo ver la película en los cines hasta pasados unos cuantos años; no tenía la edad reglamentaria. Ella siempre ha dicho que no era demasiado consciente de lo que iba la película ni de lo que estaba haciendo. No me lo creo. Sobre la famosa escena de la masturbación con el crucifijo comenta que le pusieron una caja de cartón entre las piernas que contenía una esponja empapada en sangre artificial y que lo único que le dijeron era que tenía que clavar el crucifijo en la caja con todas sus fuerzas varias veces, ella no sabía nada más. Es posible que no fuera consciente de la relevancia de su actuación, pero no me creo que con 14 años (los que tenía cuando se llevó a cabo el rodaje) no supiera lo que estaba interpretando. Por otro lado, siempre me he preguntado cómo los Sres. Blair le dejaron rodar ya no esas escenas, si no una película de esas características. Si a mis 13 años la mera lectura de las primeras páginas del libro me acojonó de tal manera que tuve que dejarlo, no quiero ni pensar lo que hubiera representado para mí meterme en el papel de un poseído. Vamos, yo creo que aún hoy en día estaría en terapia. Hay que aclarar que en las apariciones televisivas de Linda Blair no solo tiene muy buen aspecto si no que parece simpática y dicharachera. ¡Seguro que es mucho más fuerte que un servidor!
Mención especial merece el espléndido trabajo de María Luisa Rubio, que puso la voz al diablo en el doblaje al español, después de que Pilar Bardem se rajara pues la cinta le daba muy mal rollo. En una entrevista Rubio comentaba como todos los miembros del equipo se presentaban en el estudio con rosarios, cruces y estampitas. Recordaba entre risas como algunos, ella incluída, rezaban antes de empezar la jornada laboral e incluso había quien se traía ajos como medida de protección. Memorable es aún hoy en día la frase que pronuncia cuando la niña retuerce la cabeza.
Hoy en día el visionado de El Exorcista me sigue inquietando, pero ya no tanto como antes. Al diablo le veo un punto cachondo, va salido y tiene muy mala baba; francamente conecto bastante con él. ¿Será que estoy siendo poseído también? Aún así, prefiero no verla yo sólo de noche.
Y como para gustos, colores, aquí tenemos el resumen que Raquel Revuelta - Paco León hizo de esta mítica película en aquel divertidísimo Homo zapping. Esta es quizás la interpretación más maruja y divertida de todas las que visto.
Hoy en día el visionado de El Exorcista me sigue inquietando, pero ya no tanto como antes. Al diablo le veo un punto cachondo, va salido y tiene muy mala baba; francamente conecto bastante con él. ¿Será que estoy siendo poseído también? Aún así, prefiero no verla yo sólo de noche.
Y como para gustos, colores, aquí tenemos el resumen que Raquel Revuelta - Paco León hizo de esta mítica película en aquel divertidísimo Homo zapping. Esta es quizás la interpretación más maruja y divertida de todas las que visto.
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