3 oct 2010

El Viaje de Baldassare


Corre el año 1665. Europa, arrasada por la peste, es un polvorín por las intrigas entre las grandes potencias y los conflictos religiosos. Corren rumores entre todas creencias de que el fin del mundo sucederá en 1666, que el Anticristo dominará la tierra.

Baldassare Embriaco es un comerciante de libros y rarezas de origen genovés afincado en el Líbano. Es bon vivant erúdito incrédulo ante todas esas supercherías que tienen al pueblo soliviantado. Pero a pesar de su escepticismo se verá obligado a cruzar la convulsa Europa siguiendo un mítico libro que contiene el nombre secreto de Dios, un nombre que dará la salvación eterna a quien lo descubra.

Un secreto por desentrañar, un hombre empujado por las circunstancias en contra de su voluntad, viajes a lugares exóticos, personajes peculiares… El punto de partida de El viaje de Baldassare se asemeja al de estos best sellers que ahora están tan de moda. Pero nada más lejos de la realidad. Como indica el título, lo importante es el viaje en sí. Un viaje iniciático en el que Baldassare, como todo héroe que se precie, se pone a prueba a si mismo. Que nadie espere un final lleno de fuegos artificiales ni grandes revelaciones, por que no los hay. Hay intrigas, hay amores y hay reflexiones sobre la vida, sobre las creencias, sobre la condición humanda y sobre la realidad de la época que en la mayoría de casos podemos aplicar a nuestros días

Donde la novela logra un gran peso específico es en el retrato del momento. Durante el periplo, narrado en forma de diario personal, personajes de toda índole, creencia y calaña nos van mostrando lo que era la vida en el viejo continente convirtiéndolo así en un gran fresco de la vida en la Europa del Barroco. Y la conclusión a la que se puede llegar es que en el fondo, en lo esencial, hemos avanzado muy poco desde entonces. A pesar de Internet, de los móviles, de las vacunas y de la inmediatez de todo, seguimos siendo igual de intolerantes, ignorantes, interesados y violentos como lo eran nuestros antepasado del siglo XVII.

El Viaje de Baldassare destila también un gusto por el paso del tiempo. Las cosas se toman su curso para suceder, los días tiene 24 horas y los viajes lentos permiten apreciar el cambio de los paisajes y asumir lo que sucede alrededor de los personajes. Seguro que el origen libanés de Amin Maalouf, influye en la pausada percepción del paso del tiempo que exuda el libro.

Una novela muy entretenida y recomendable. Y para nada el tostón que uno espera al ver impreso en la portada lo de Premio Principe de Asturias 2010. Una delicia.

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