2 sept 2010

De fimosis y madres


-Es que han operado a mi hijo-, me dijo María Luísa, llevándose la mano a la frente, abatida.
Joder, pensé, con razón la notaba yo alicaída desde que se reincorporó el pasado lunes.
-Ostras, lo siento. ¿Qué le pasa?
-Tiene... Bueno, tenía fimosis.
¿Fimosis? Solté una carcajada de alivio. Sinceramente ante su actitud esperaba que pronunciaría palabras tipo difteria, malaria o ántrax, como mínimo.
-Es que no veas como lo está pasando el pobre- se justificó con lágrimas en los ojos al ver mi reacción.
Me sorprendía esa actitud en María Luísa. Es de las pocas personas del despacho con las que tengo cierto feeling justamente porque no se está con los remilgos y las tonterías propios de la condición femenina.
-Venga, eso no es nada. A mi me operaron también de fimosis. Y, vale, estás incómodo unos días pero no pasa nada.
-Es que tendrías que ver como se la han dejado...- dijo sofocando un ahogo de emoción. -Entre lo aprensiva que soy y la barbaridad que le han hecho al pobre...
La mujer estaba haciendo grandes esfuerzos por no echarse a llorar en medio de la cafetería.
-¿Pero ha habido algún problema?
-El médico me dice que es normal que esté inflamada. Le he llamado algunas veces y dice que no me preocupe.
¿Algunas veces? Si admitía haberle llamado algunas veces, es que debía haber montado una hot line en toda regla con el pobre médico.
-Es normal que esté inflamaba-, intentaba tranquilizarla yo. - Le han operado. Pero se le pasará pronto, lo sé por propia experiencia. Además es lo mejor para él.
-Si lo llego a saber no lo opero.
-¡Venga ya! Es lo mejor para el propio desarrollo del miembro. Le crecerá mejor. Y es más higiénico. Lo mejor por todo- repetía yo.
Entrábamos en el tema de los miembros viriles en el que me sentía francamente cómodo.
-Pero es que le asoma un poco... -dejó la frase ahí muerta.
-¿Le asoma un poco el qué?- pregunté intrigado al ver que ella se quedaba a medias. ¿Quizás un intestino? ¿O un testículo?
-Les asoma un poco el glande. Es horroroso-, dijo gimoteando.
Ay, querida, qué pocos penes has visto en tu vida, pensé para mi.
[Nota: repito tanto lo de "pene" porque Madame Chita nos ha pedido que no utilicemos palabras tales como polla, picha, verga o cipote. Este es un blog elegante].
-Eso es normal-, respondí yo sin poder evitar la sonrisa en mis labios.
-Yo no quiero que le quede como a los moros.
¿A los moros? ¿Que les pasa a los moros? ¿A ver si al final el pardillo iba a ser yo?
-Con todo el glande al aire. Es asqueroso-, explicó ella. Se limpió la nariz con un pañuelo de papel- les cortan el prepucio, como a los judios. Van a saco.
Removió el café con la cucharilla, sin intención de bebérselo.
-Ya verás como cuando se le desinflame estará mejor.
-Me he precipitado. Pobrecito. Debería haber buscado alternativas antes.
-Has hecho bien. Me las he visto con penes de tíos con fimosis y te aseguro que no son ni estéticos ni prácticos de manejar.
Me vino a la mente mi amigo Marco, de Milán. Majo y guapetón. Pero tiene el capullo estrangulado por el prepucio. Una pena, en serio.
-De sus amiguitos es al único al que le han operado. Se ve que hay unas cremas que despegan la piel. Debería haberme informado más.
Sí, también podrías haberle llevado a Houston para que le hicieran una revisión exahustiva al prepucio del niño.
-¿Y qué dice tu marido?
-Que ya se le pasará
Bueno, menos mal que había alguien con criterio en la familia. María Luisa hizo un gesto como dando a entender que el padre pasaba y toda la responsabilidad de aquel problemón recaía sobre sus hombros. Las lágrimas volvieron a asomar a sus ojos. La verdad es que me estaba saturando tanto melodrama.
-María Luisa, que tampoco es para tanto- dije en un tono un poco más serio. -¡Deja de machacarte, que no pasa nada! Y tu hijo te lo agradecerá con el tiempo. Ya verás.
Entonces ella se derrumbó definitivamente y me dijo con las lágrimas rodándole por las mejillas.
-El pobre lo está pasando tan mal que me dice que porqué le hemos hecho eso y que no nos lo va a perdonar nunca.
¡Mira el mocoso! ¡Con sólo 9 años y manipulando a su madre! De todas formas era la propia María Luisa la que propiciaba esa actitud airada de su hijo dando excesiva importancia a un acontecimiento que no lo merece. Y los niños son crueles y despotas, que caray. La verdad es que la actitud de mi compañera no dejaba de descondertarme. Yo la tenía por una tía ecuánime y sensata. Nunca la había visto perder los papeles de esa manera y menos aún por algo carente de gravedad.
De mi propia experiencia cuando me operaron de fimosis apenas recuerdo cuatro cosas, tendría como 8 años. Me acuerdo que me pintaron de mercromina del ombligo hasta medio muslo. También recuerdo que me dolía y que no me dejaron bañarme en la piscina. Seguro que mi madre le supo mal que yo estuviera dolorido unos días, pero estoy convencido de que no se presento en su trabajo abatida y llorosa. Ni hablar. Pero es más que evidente que la relación entre padres e hijos ha cambiado. Me vino a la mente un artículo de Boris Izaguirre que leí hace tiempo en el que hablaba de como la actitud autoritaria y sobreprotectora de algunos padres con sus niños los convertían en futuros adultos con egos gigantescos, la autoestima por los suelos y baja tolerancia a la frustración.
Me quedé callado esperando que se tranquilizara. Dios me libre de darle a una madre una opinión sincera sobre la relación que mantiene con su hijo. Y en la mayoría de los casos ellas mismas saben muy bien cual es su talón de Aquiles, pero no quieren/pueden hacer nada al respecto.
-¿Volvemos al despacho?-, pregunté mientras apuraba los posos de mi té. -Invito yo.
Ella asintió con la cabeza mientras se secaba las lágrimas de las mejillas e intentaba recomponerse.

P.D. Esta mañana María Luisa parecía otra. Habían ido al médico y le había confirmado lo que era evidente: todo estaba bien. Me alegro de verdad por ella.
El niño... Sé a ciencia cierta que ese pequeño dictador está perfectamente.

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