13 sept 2010

Antes muerta que sencilla



Juan Carlos me comentaba entre lágrimas cómo había sido el entierro de Fran. Estaba bastante afectado y le costaba hablar. Al parecer el grupo de amigos íntimos habían discutido con la familia y habían conseguido imponer algunos de los deseos del difunto respecto a su propio funeral. El mismo Juan Carlos estalló de risa.
-Fue algo digno de una película de Almodóvar-, dijo mientras alternada lágrimas con carcajadas.
Se refería a las buenas, a las películas que hacía Almodóvar antes, no las de ahora.

Se presentó el viernes por la noche por sorpresa. Era muy tarde y yo estaba tirado en el sofá medio dormido, acabando de ver un capítulo de Mad Men cuando sonó el movil. Me dijo que estaba en Barcelona.
- Joder, ¿cómo no me has avisado antes?- le pregunté.
Se había marchado por sorpresa, no podía más. Le había pedido el coche a su hermana y sin saber muy bien hacía dónde dirigirse, había cogido la carretera y había hecho casi 700 km de un tirón hasta llegar al Monumento a Colón.
-Tenía que largarme-, fue toda la explicación que me dio.
Quedé con él a las 02.00 de la madrugada. Pasó a recogerme y nos fuimos a la playa. Paseamos entre los pescadores que lanzaban sus larguisimas cañas al mar en aquella cálida noche de verano. Estaba bastante entero para lo que acababa de vivir.
Juan Carlos es oriundo en una ciudad de la Mancha, de cuyo nombre no quiere acordarse. Pido disculpas por lo fácil de la frase pero Juan Carlos me permitió escribir este post siempre y cuando cambiara los nombres y no dijera dónde concretamente se habían producido los hechos; sólo puedo decir que es en La Mancha. Además, mi amigo está a punto de dejar su ciudad natal dónde se siente oprimido y agobiado, así que la frase de Cervantes me viene al pelo.

Hace cuestión de tres años Juan Carlos conoció a Fran con quien tuvo una relación de pareja que duró un par de años. Fue una relación bastante tormentosa. Juan Carlos era mucho más joven que Fran a pesar de lo cual él era la parte responsable del binomio. Fran tenía un hijo de la edad del propio Juan Carlos, fruto de un pasado más que lisérgico que al parecer no había abandonado del todo. Los dos jóvenes se entendían bastante bien, al parecer y se hicieron amigos. Fran era escenógrafo de profesión y transformista por vocación. Por mucho que él se autodefiniera como Drag Queen, por las fotos que Juan Carlos tenía colgadas en su facebook, las actuaciones de Fran tenían más de fiesta de maricas trasnochadas pasadas de rosca que de auténtico show. Era como ver a Demis Roussos en lamé dorado haciendo playbacks de la Carrá. Yo por drag queen yo entiendo otra cosa.
A pesar de que la pareja se había acabado hacía tiempo, Juan Carlos y Fran seguían siendo amigos, lo que dice mucho de ambos.

Antes de verano, la última vez que Juan Carlos vino a visitarme, me dijo que estaba bastante preocupado. A Fran le habían detectado un principio de tumor cerebral. No supe más del tema hasta que me envió un mensaje hace una semana diciéndome que al día siguiente enterraban a su ex. Intenté ponerme en contacto con él pero no me fue posible. Le envié entonces algunos mensaje en los que me ofrecía a lo que quisiera: hablar, ir a hacerle compañía o que viniera él si le apetecía.
Y aquí estaba. (Menos mal, si me llega a decir que vaya a pasar un fin de semana a La Mancha, me da algo).
A pesar de lo grave de la enfermedad, la repentina muerte de Fran cogió a todo el mundo por sorpresa. Fran no tenía buena relacion con su familia, que vive en una aldea a unos 50 km de la capital así que Juan Carlos y el resto de amigos se organizaron para acompañar al enfermo en sus visitas al hospital y darle el cariño y ánimo necesario. Cuando los médicos anunciaron que le quedaban pocos días de vida, aparecieron los hermanos y se hicieron con las riendas de la situación. Tras su muerte se lo llevaron con la intención de enterrarlo en el cementerio del pueblo.
No creo que las misas de difuntos en esa iglesia vuelvan a ser iguales nunca más.
Los amigos se sentían con derecho más que justificado de poder participar también en la despedida del amigo que habían estado cuidando hasta el último momento, así que fueron a hablar con la familia. Alegaron que Fran no sólo no era creyente si no que renegaba de su pasado como monaguillo y se había jurado no volver a pisar una iglesia nunca más. Y también había dejado muy claro en vida qué tipo de despedida deseaba. La familia no quería ceder en lo de la ceremonia religiosa, pero al final, como los partidos políticos en temas de estado, pactaron un acuerdo de mínimos. Al parecer el apoyo del hijo de Fran al grupo de amig@s fue fundamental para que la familia cediera. Menos mal que el párroco era un chico joven y bastante poco dogmático. Solamente se opuso a que se proyectaran imágenes de vídeo en la iglesia. Consintió el resto.
El día del funeral, la iglesia estaba abarrotada. Además de los amigos venidos de diversas poblaciones, estaba todo el pueblo congregado. Las disputas entre familia y amigos sobre el desarrollo del funeral habían corrido como la polvora por las calles polvorientas de aquel villorrio en el que seguramente nunca pasa nada.
El ataúd estaba colocado bajo el altar. Al lado, los amigos habían puesto un maniquí que uno de ellos había tomado prestado de la tienda en la que trabaja, ataviado con el vestido de lentejuelas que el difunto había lucido en su primera actuación en público, junto a la peluca y los plataformones de su debú. También había algunas de las fotos de aquel emotivo momento.
Juan Carlos lloraba a mares explicándome aquello. Yo no sabía si de risa o de pena, supongo que un poco de todo. La verdad es que la estampa era para como para imaginársela; yo no daba crédito.
-Tendrías que haber visto a la familia-, me decía con palabras entrecortadas por los sollozos.- La madre es una señora muy mayor y encojida pero con cara de muy mala leche. Se le debía estar cuajando la bilis.
Tras la misa y las consabidas palabras de consuelo y vida eterna y todas esas mandangas con las que nos intentan acongojar, el cura dio paso a aquellos de los presentes que quisieran dar un público adiós a Fran. Un hermano dijo unas palabras en nombre de la familia.
-Todo muy frío-, se lamentaba Juan Carlos. -A pesar de que la madre soltó algunas lágrimas, todo sonó muy poco natural.
Luego salieron dos amigos que respondían a los expresivos nombres de La Kilómetros -porque siempre está arriba y abajo en el bosquecillo-cruising área cercano a esa capital de provincia de La Mancha-, y la Termomix. De este último Juan Carlos no estaba al corriente del por qué del mote. Comentaron algunas anécdotas que arrancaron sonrisas a los asistentes y a pesar de que eran bastante ordinarias sonaron mucho más cariñosas y auténticas que todo lo que se había oído hasta entonces.
-Y se contuvieron-, me explicaba Juan Carlos.-Al principio tenían intención de liarla. 
Como despedida sacaron un radiocasé y pusieron la canción con la que Fran había echo un playback en aquel mítico ya día de su debú.
Los amigos más íntimos acompañaron a la familia en el entierro. Junto a la caja, en el nicho metieron el vestido de lentejuelas, las plataformas y la peluca, tras lo cual, lo tapiaron de nuevo. Alguno de los presentes, gay fijo, dijo que aquello era morir con las plataformas puestas.
¿No se enterraban los egipcios con todo su ajuar funerario, mobiliario incluido, para estar bien equipados en el más allá? ¿Porque no podía hacer lo mismo un aspirante a drag queen?

Juan Carlos se ha marchado esta tarde. Quería estar mañana a primera hora en su ciudad para empezar a organizar la fiesta en honor de Fran que los amigos van a dar el miércoles. Intuyo que también será su fiesta de despedida de La Mancha y de su pasado.
-Ya sabes que no bebo, pero ese día me pienso emborrachar en su honor. Voy a coger un pedo monumental. Como hacía él-, me ha dicho con lágrimas en los ojos.

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