1 feb 2011

Juguetes Reales

Mucha sangre azul y mucha tontería, pero en el fondo los reyes (y las reinas) tienen las mismas debilidades que el resto de los mortales, cuando no peores. (Anda que estoy ocurrente e incisivo yo hoy!!!).
En su libro de memorias Adiós a Hollywood con un beso, la maravillosa Anita Loos escribió la siguiente anécdota.

Alfonso XIII – ya derrocado rey de España y gran pornógrafo – estaba pasando una temporada en Hollywood, en la casa del actor Douglas Fairbanks quien, como excelente anfitrión, un día le preguntó:

Douglas Fairbanks: Majestad, ¿hay alguna estrella de Hollywood a quien desee conocer?

Alfonso XIII: ¡A Fatty Arbuckle!

Douglas Fairbanks: Mmmmm, vaya, Majestad. Me temo que eso no va a ser posible: desde que Fatty violó a aquella chica con una botella de champagne y le provocó una hemorragia de muerte (literal), Fatty no es – precisamente – un personaje popular en Hollywood.

Alfonso XIII: ¡Qué injusticia! Eso le podría haber pasado a cualquiera de nosotros.


Además de una total falta de sensibilidad por parte del ex monarca, esta anécdota muestra una de las facetas mas aireadas de Alfonso XIII: su gusto por el erotismo. Al parecer el abuelo de nuestro actual Don Juan Carlos tenía una importante colección de juguetes eróticos, abundantes fotografías e incluso películas pornográficas mudas. Había un estudio barcelonés que, por encargo del Conde de Romanones, realizaba cortos pornográficos para consumo real. Para ello los del estudio aprovechaban como modelos a las abundantes mujeres que ejercían la prostitución en el Barrio Chino de la Ciudad Condal por aquel entonces.
Y entre los objetos más apreciados por el monarca había una cama que mediante un sofisticado mecanismo se agitaba ella sola. Los amantes sólo debían tumbarse en la posición adecuada, accionar el mecanismo y dejarse llevar. Siempre me pregunté cómo debía funcionar dicho ingenio. Y cual no fue mi sorpresa al toparme el otro día con la versión siglo XXI del juguetito. Por tan sólo 2700 € de nada puedes darte este capricho. Llamadme anticuado, pero yo prefiero seguir utilizando el método tradicional, osease, bombeando a golpe de cadera. En mi humilde opinión sudar un poco es un gran aliciente en el juego erótico.
Así que estos caprichos reales no están hechos para mi; ¿será por eso que soy republicano convencido?


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